ACTIVIDAD
2. TEXTOS FOLCLÓRICOS
Seguimos haciendo
un recorrido a la literatura infantil, un recorrido que nos lleva a la
imaginación, al mundo de las palabras, de historias, de reflexión, etc. En el
anterior bloque realizamos un análisis sobre un texto englobado en la
literatura infantil de autor. Estos textos han tenido una evolución adaptándose
a cada momento de la historia y donde tuvo su momento auge fue en los años 90
donde salen libros para niños pequeñitos y álbumes ilustrados.
En esta
segunda actividad nos sumergimos en los cuentos que nos han contado nuestro
padres, abuelos… textos familiares de los cuales no contienen ningún mensaje.
Este tipo de literatura no es considerada una literatura infantil, ha surgido
entre el pueblo y van pasando de boca en boca. Tras los años estos textos
contienen su raíz de la historia pero se realizan adaptaciones dependiendo de
la persona que lo cuente o del momento histórico que se encuentre, omitiendo o
realizando modificaciones. Este tipo de textos se diferencian tres conceptos:
adaptación, recopilación y traducción de un texto:
·
Adaptación: consiste en cambiar algunos elementos
a una forma sencilla y cercana al que lo escuche y así poder facilitar la
comprensión.
·
Recopilación: se realiza una síntesis del texto
donde se reúne pero no se cambia nada.
·
Traducción: Se trata de traducir el texto en el
que no se cambia nada donde no se pierda la esencia original y donde el quién
lo traduce no puede dar su propia interpretación.
La importancia de estos textos es la transmisión
de una cultura, una tradición de un pueblo o de un lugar determinado que al ser
transmitida de generación en generación aporta una tradición que aunque se
realicen cambios leves no afecta a la esencia del texto. Walt Disney realiza un
empobrecimiento de estos textos donde podemos ver que la:
·
Fluidez
narrativa basada en una serie de chistes.
·
Imágenes
dulces (mundo ordenado y de colores pastel)
·
Sustitución
de algunas escenas.
·
Utilización
de personajes secundarios como ratones, pájaros, etc.
Disney realiza una manipulación
evidente donde por ejemplo, representan metafóricamente el enfrentamiento entre
las mujeres o la mujer debe volver a casa cuando se la invadía.
Es importante la transmisión de estos
textos sencillos ya que el ser humano se nutre de una tradición oral en la cual
están en contacto con el pasado a través de un terreno de ficción. Como dice
Ana Pelegrín “ dos modos culturales invaden el espacio imaginativo-lúdico de la
niñez: el tradicional, reflejo del pensamiento de sociedades anteriores, y
tecnológico, nuevo avance de una revolución industrial….”
Las formas de transmitir los cuentos
no son narrativas existen multitud de formas y entre ellas a través del teatro
ya sea con títeres, marionetas o representado por personas.
Los beneficios en el niño en este
tipo de literatura son de carácter globalizador desarrollando íntegramente la
personalidad del niño y de valor educativo donde introduce al niño en la
palabra, en el ritmo y los símbolos. Y por otro lado, también ejercitan su
memoria, despierta su ingenio e introduce al niño en su cultura.
Con lo anteriormente expuesto la
literatura folclórica siempre estará de generación en generación, transmitiendo
sabiduría y experiencias y donde el niño vivencia la espontaneidad, la emoción
y la belleza de estos textos y que debemos valorar la importancia el valor
espiritual y estético que exponen.
FUENTE:https://www.google.es/search?q=textos+folcl%C3%B3ricos&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiUhbnf6ozhAhVh5eAKHQmFALYQ_AUIDigB&biw=1607&bih=765#imgrc=u3_-j-Om5cpCnM:&spf=1552951393200
CUENTO. HERMANOS GRIMM “EL PESCADOR Y SU MUJER”
Había
una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar.
El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin
cesar.
Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: -Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.
-Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.
Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.
El pescador se fue a la choza con su mujer: -Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.
-¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?
-¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.
-¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
-¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.
Estaba un día sentado junto a su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia su límpida agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y al sacarle tenía en la punta un barbo muy grande, el cual le dijo: -Te suplico que no me quites la vida; no soy un barbo verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme si no puedo serte de mucho regalo? Échame al agua y déjame nadar.
-Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.
Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.
El pescador se fue a la choza con su mujer: -Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.
-¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?
-¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.
-¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
-¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.
El
marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando
llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
El barbo avanzó hacia él y le dijo: -¿Qué quieres?
-¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer sostiene que hubiera debido pedirte algo. No está contenta con vivir en una choza de juncos, quisiera mejor una casa de madera.
-Puedes volver, le dijo el barbo, pues ya la tiene.
Volvió el marido y su mujer no estaba ya en la choza, pero en su lugar había una casa pequeña, y su mujer estaba a la puerta sentada en un banco. Le cogió de la mano y le dijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.
Entraron los dos y hallaron dentro de la casa una bonita sala y una alcoba donde estaba su lecho, un comedor y una cocina con su espetera de cobre y estaño muy reluciente, y todos los demás utensilios completos. Detrás había un patio pequeño con gallinas y patos, y un canastillo con legumbres y frutas. -¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?
-Sí, la dijo el marido; si vivimos siempre aquí, seremos muy felices.
-Veremos lo que nos conviene, replicó la mujer.
Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
El barbo avanzó hacia él y le dijo: -¿Qué quieres?
-¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer sostiene que hubiera debido pedirte algo. No está contenta con vivir en una choza de juncos, quisiera mejor una casa de madera.
-Puedes volver, le dijo el barbo, pues ya la tiene.
Volvió el marido y su mujer no estaba ya en la choza, pero en su lugar había una casa pequeña, y su mujer estaba a la puerta sentada en un banco. Le cogió de la mano y le dijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.
Entraron los dos y hallaron dentro de la casa una bonita sala y una alcoba donde estaba su lecho, un comedor y una cocina con su espetera de cobre y estaño muy reluciente, y todos los demás utensilios completos. Detrás había un patio pequeño con gallinas y patos, y un canastillo con legumbres y frutas. -¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?
-Sí, la dijo el marido; si vivimos siempre aquí, seremos muy felices.
-Veremos lo que nos conviene, replicó la mujer.
Después
comieron y se acostaron.
Continuaron así durante ocho o quince días, pero al fin dijo la mujer: -¡Escucha, marido mío: esta casa es demasiado estrecha, y el patio y el huerto son tan pequeños!... El barbo hubiera debido en realidad darnos una casa mucho más grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscar al barbo; es preciso que nos dé un palacio.
-¡Ah!, mujer, replicó el marido, esta casa es en realidad muy buena; ¿de qué nos serviría vivir en un palacio?
-Ve, dijo la mujer, el barbo puede muy bien hacerlo.
-No, mujer, replicó el marido, el barbo acaba de darnos esta casa, no quiero volver, temería importunarle.
-Ve, insistió la mujer, puede hacerlo y lo hará con mucho gusto; ve, te digo.
El marido sentía en el alma dar este paso, y no tenía mucha prisa, pues se decía: -No me parece bien, -pero obedeció sin embargo.
Cuando llegó cerca del mar, el agua tenía un color de violeta y azul oscuro, pareciendo próxima a hincharse; no estaba verde y amarilla como la vez primera; sin embargo, reinaba la más completa calma. El pescador se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido medio turbado, quiere habitar un palacio grande de piedra.
-Vete, replicó el barbo, la encontrarás a la puerta.
Marchó el marido, creyendo volver a su morada; pero cuando se acercaba a ella, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, iba a entrar dentro; le cogió de la mano y le dijo: -Entra conmigo. -La siguió. Tenía el palacio un inmenso vestíbulo, cuyas paredes eran de mármol; numerosos criados abrían las puertas con grande estrépito delante de sí; las paredes resplandecían con los dorados y estaban cubiertas de hermosas colgaduras; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; veíanse suspendidas de los techos millares de arañas de cristal, y había alfombras en todas las salas y piezas; las mesas estaban cargadas de los vinos y manjares más exquisitos, hasta el punto que parecía iban a romperse bajo su peso. Detrás del palacio había un patio muy grande, con establos para las vacas y caballerizas para los caballos y magníficos coches; había además un grande y hermoso jardín, adornado de las flores más hermosas y de árboles frutales, y por último, un parque de lo menos una legua de largo, donde se veían ciervos, gamos, liebres y todo cuanto se pudiera apetecer.
-¿No es muy hermoso todo esto? -dijo la mujer.
-¡Oh!, ¡sí! -repuso el marido; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
Continuaron así durante ocho o quince días, pero al fin dijo la mujer: -¡Escucha, marido mío: esta casa es demasiado estrecha, y el patio y el huerto son tan pequeños!... El barbo hubiera debido en realidad darnos una casa mucho más grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscar al barbo; es preciso que nos dé un palacio.
-¡Ah!, mujer, replicó el marido, esta casa es en realidad muy buena; ¿de qué nos serviría vivir en un palacio?
-Ve, dijo la mujer, el barbo puede muy bien hacerlo.
-No, mujer, replicó el marido, el barbo acaba de darnos esta casa, no quiero volver, temería importunarle.
-Ve, insistió la mujer, puede hacerlo y lo hará con mucho gusto; ve, te digo.
El marido sentía en el alma dar este paso, y no tenía mucha prisa, pues se decía: -No me parece bien, -pero obedeció sin embargo.
Cuando llegó cerca del mar, el agua tenía un color de violeta y azul oscuro, pareciendo próxima a hincharse; no estaba verde y amarilla como la vez primera; sin embargo, reinaba la más completa calma. El pescador se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido medio turbado, quiere habitar un palacio grande de piedra.
-Vete, replicó el barbo, la encontrarás a la puerta.
Marchó el marido, creyendo volver a su morada; pero cuando se acercaba a ella, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, iba a entrar dentro; le cogió de la mano y le dijo: -Entra conmigo. -La siguió. Tenía el palacio un inmenso vestíbulo, cuyas paredes eran de mármol; numerosos criados abrían las puertas con grande estrépito delante de sí; las paredes resplandecían con los dorados y estaban cubiertas de hermosas colgaduras; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; veíanse suspendidas de los techos millares de arañas de cristal, y había alfombras en todas las salas y piezas; las mesas estaban cargadas de los vinos y manjares más exquisitos, hasta el punto que parecía iban a romperse bajo su peso. Detrás del palacio había un patio muy grande, con establos para las vacas y caballerizas para los caballos y magníficos coches; había además un grande y hermoso jardín, adornado de las flores más hermosas y de árboles frutales, y por último, un parque de lo menos una legua de largo, donde se veían ciervos, gamos, liebres y todo cuanto se pudiera apetecer.
-¿No es muy hermoso todo esto? -dijo la mujer.
-¡Oh!, ¡sí! -repuso el marido; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
Ya
reflexionaremos, dijo la mujer, durmamos primero; y nuestras gentes se
acostaron.
A la mañana siguiente despertó la mujer siendo ya muy de día y vio desde su cama la hermosa campiña que se ofrecía a su vista; el marido se estiró al despertarse; diole ella con el codo y le dijo:
-Marido mío, levántate y mira por la ventana; ¿ves?, ¿no podíamos llegar a ser reyes de todo este país? Corre a buscar al barbo y seremos reyes.
-¡Ah!, mujer, repuso el marido, y por qué hemos de ser reyes, yo no tengo ganas de serlo.
-Pues si tú no quieres ser rey, replicó la mujer, yo quiero ser reina. Ve a buscar al barbo, yo quiero ser reina.
-¡Ah!, mujer, insistió el marido; ¿para qué quieres ser reina? Yo no quiero decirle eso.
-¿Y por qué no? -dijo la mujer; ve al instante; es preciso que yo sea reina.
El marido fue, pero estaba muy apesadumbrado de que su mujer quisiese ser reina. No me parece bien, no me parece bien en realidad, pensaba para sí. No quiero ir; y fue sin embargo.
Cuando se acercó al mar, estaba de un color gris, el agua subía a borbotones desde el fondo a la superficie y tenía un olor fétido; se adelantó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece;
es preciso darla lo que se merece.
A la mañana siguiente despertó la mujer siendo ya muy de día y vio desde su cama la hermosa campiña que se ofrecía a su vista; el marido se estiró al despertarse; diole ella con el codo y le dijo:
-Marido mío, levántate y mira por la ventana; ¿ves?, ¿no podíamos llegar a ser reyes de todo este país? Corre a buscar al barbo y seremos reyes.
-¡Ah!, mujer, repuso el marido, y por qué hemos de ser reyes, yo no tengo ganas de serlo.
-Pues si tú no quieres ser rey, replicó la mujer, yo quiero ser reina. Ve a buscar al barbo, yo quiero ser reina.
-¡Ah!, mujer, insistió el marido; ¿para qué quieres ser reina? Yo no quiero decirle eso.
-¿Y por qué no? -dijo la mujer; ve al instante; es preciso que yo sea reina.
El marido fue, pero estaba muy apesadumbrado de que su mujer quisiese ser reina. No me parece bien, no me parece bien en realidad, pensaba para sí. No quiero ir; y fue sin embargo.
Cuando se acercó al mar, estaba de un color gris, el agua subía a borbotones desde el fondo a la superficie y tenía un olor fétido; se adelantó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece;
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y
qué quiere tu mujer? -dijo el barbo.
-¡Ah! -contestó el marido; quiere ser reina.
-Vuelve, que ya lo es, replicó el barbo.
Partió el marido, y cuando se acercaba al palacio, vio que se había hecho mucho mayor y tenía una torre muy alta decorada con magníficos adornos. A la puerta había guardias de centinela y una multitud de soldados con trompetas y timbales. Cuando entró en el edificio vio por todas partes mármol del más puro, enriquecido con oro, tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Le abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, tenía en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas, y a su lado estaban colocadas en una doble fila seis jóvenes, cuyas estaturas eran tales, que cada una la llevaba la cabeza a la otra. Se adelantó y dijo:
-¡Ah, mujer!, ¿ya eres reina?
-Sí, le contestó, ya soy reina.
Se colocó delante de ella y la miró, y en cuanto la hubo contemplado por un instante, dijo:
-¡Ah, mujer!, ¡qué bueno es que seas reina! Ahora no tendrás ya nada que desear.
-De ningún modo, marido mío, le contestó muy agitada; hace mucho tiempo que soyreina, quiero ser mucho más. Ve a buscar al barbo y dile que ya soy reina, pero que necesito ser emperatriz.
-¡Ah, mujer! -replicó el marido, yo sé que no puede hacerte emperatriz y no me atrevo a decirle eso.
-¡Yo soy reina, dijo la mujer, y tú eres mi marido! Ve, si ha podido hacernos reyes, también podrá hacernos emperadores. Ve, te digo.
Tuvo que marchar; pero al alejarse se hallaba turbado y se decía a sí mismo: No me parece bien. ¿Emperador? Es pedir demasiado y el barbo se cansará.
Pensando esto vio que el agua estaba negra y hervía a borbotones, la espuma subía a la superficie y el viento la levantaba soplando con violencia, se estremeció, pero se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¡Ah! -contestó el marido; quiere ser reina.
-Vuelve, que ya lo es, replicó el barbo.
Partió el marido, y cuando se acercaba al palacio, vio que se había hecho mucho mayor y tenía una torre muy alta decorada con magníficos adornos. A la puerta había guardias de centinela y una multitud de soldados con trompetas y timbales. Cuando entró en el edificio vio por todas partes mármol del más puro, enriquecido con oro, tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Le abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, tenía en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas, y a su lado estaban colocadas en una doble fila seis jóvenes, cuyas estaturas eran tales, que cada una la llevaba la cabeza a la otra. Se adelantó y dijo:
-¡Ah, mujer!, ¿ya eres reina?
-Sí, le contestó, ya soy reina.
Se colocó delante de ella y la miró, y en cuanto la hubo contemplado por un instante, dijo:
-¡Ah, mujer!, ¡qué bueno es que seas reina! Ahora no tendrás ya nada que desear.
-De ningún modo, marido mío, le contestó muy agitada; hace mucho tiempo que soyreina, quiero ser mucho más. Ve a buscar al barbo y dile que ya soy reina, pero que necesito ser emperatriz.
-¡Ah, mujer! -replicó el marido, yo sé que no puede hacerte emperatriz y no me atrevo a decirle eso.
-¡Yo soy reina, dijo la mujer, y tú eres mi marido! Ve, si ha podido hacernos reyes, también podrá hacernos emperadores. Ve, te digo.
Tuvo que marchar; pero al alejarse se hallaba turbado y se decía a sí mismo: No me parece bien. ¿Emperador? Es pedir demasiado y el barbo se cansará.
Pensando esto vio que el agua estaba negra y hervía a borbotones, la espuma subía a la superficie y el viento la levantaba soplando con violencia, se estremeció, pero se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Y qué quiere? -dijo el barbo.
-¡Ah, barbo! -le contestó; mi mujer quiere llegar a ser emperatriz.
-Vuelve, dijo el barbo; lo es desde este instante. Volvió el marido, y cuando estuvo de regreso, todo el palacio era de mármol pulimentado, enriquecido con estatuas de alabastro y adornado con oro. Delante de la puerta había muchas legiones de soldados, que tocaban trompetas, timbales y tambores; en el interior del palacio los barones y los condes y los duques iban y venían en calidad de simples criados, y le abrían las puertas, que eran de oro macizo. En cuanto entró, vio a su mujer sentada en un trono de oro de una sola pieza y de más de mil pies de alto, llevaba una enorme corona de oro de cinco codos, guarnecida de brillantes y carbunclos; en una mano tenía el cetro y en la otra el globo imperial; a un lado estaban sus guardias en dos filas, más pequeños unos que otros; además había gigantes enormes de cien pies de altos y pequeños enanos que no eran mayores que el dedo pulgar.
Delante de ella había de pie una multitud de príncipes y de duques: el marido avanzó por en medio de ellos, y la dijo:
-Mujer, ya eres emperatriz.
-Sí, le contestó, ya soy emperatriz.
Entonces se puso delante de ella y comenzó a mirarla y le parecía que veía al sol. En cuanto la hubo contemplado así un momento:
-¡Ah, mujer, la dijo, qué buena cosa es ser emperatriz!
Pero permanecía tiesa, muy tiesa y no decía palabra.
Al fin exclamó el marido:
-¡Mujer, ya estarás contenta, ya eres emperatriz! ¿Qué más puedes desear? -Veamos, contestó la mujer.
Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba contenta; la ambición la impedía dormir y pensaba siempre en ser todavía más.
El marido durmió profundamente; había andado todo el día, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volvía de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todavía más; y no encontrando nada por qué decidirse. Sin embargo, comenzó a amanecer, y cuando percibió la aurora, se incorporó un poco y miró hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol...
-¡Ah! -pensó; ¿por qué no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mío, dijo empujándole con el codo, ¡despiértate, ve a buscar al barbo; quiero ser semejante a Dios!
El marido estaba dormido todavía, pero se asustó de tal manera, que se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y preguntó:
-¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
-Marido mío, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir sin orden mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en que no los puedo mandar salir.
Y al decir esto le miró con un ceño tan horrible, que sintió bañarse todo su cuerpo de un sudor frío.
-Ve al instante, quiero ser semejante a Dios.
-¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose a sus pies; el barbo no puede hacer eso; ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero, te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.
-¡Ah, barbo! -le contestó; mi mujer quiere llegar a ser emperatriz.
-Vuelve, dijo el barbo; lo es desde este instante. Volvió el marido, y cuando estuvo de regreso, todo el palacio era de mármol pulimentado, enriquecido con estatuas de alabastro y adornado con oro. Delante de la puerta había muchas legiones de soldados, que tocaban trompetas, timbales y tambores; en el interior del palacio los barones y los condes y los duques iban y venían en calidad de simples criados, y le abrían las puertas, que eran de oro macizo. En cuanto entró, vio a su mujer sentada en un trono de oro de una sola pieza y de más de mil pies de alto, llevaba una enorme corona de oro de cinco codos, guarnecida de brillantes y carbunclos; en una mano tenía el cetro y en la otra el globo imperial; a un lado estaban sus guardias en dos filas, más pequeños unos que otros; además había gigantes enormes de cien pies de altos y pequeños enanos que no eran mayores que el dedo pulgar.
Delante de ella había de pie una multitud de príncipes y de duques: el marido avanzó por en medio de ellos, y la dijo:
-Mujer, ya eres emperatriz.
-Sí, le contestó, ya soy emperatriz.
Entonces se puso delante de ella y comenzó a mirarla y le parecía que veía al sol. En cuanto la hubo contemplado así un momento:
-¡Ah, mujer, la dijo, qué buena cosa es ser emperatriz!
Pero permanecía tiesa, muy tiesa y no decía palabra.
Al fin exclamó el marido:
-¡Mujer, ya estarás contenta, ya eres emperatriz! ¿Qué más puedes desear? -Veamos, contestó la mujer.
Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba contenta; la ambición la impedía dormir y pensaba siempre en ser todavía más.
El marido durmió profundamente; había andado todo el día, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volvía de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todavía más; y no encontrando nada por qué decidirse. Sin embargo, comenzó a amanecer, y cuando percibió la aurora, se incorporó un poco y miró hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol...
-¡Ah! -pensó; ¿por qué no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mío, dijo empujándole con el codo, ¡despiértate, ve a buscar al barbo; quiero ser semejante a Dios!
El marido estaba dormido todavía, pero se asustó de tal manera, que se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y preguntó:
-¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
-Marido mío, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir sin orden mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en que no los puedo mandar salir.
Y al decir esto le miró con un ceño tan horrible, que sintió bañarse todo su cuerpo de un sudor frío.
-Ve al instante, quiero ser semejante a Dios.
-¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose a sus pies; el barbo no puede hacer eso; ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero, te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.
Entonces echó a llorar; sus cabellos volaron en
desorden alrededor de su cabeza, despedazó su cinturón y dio a su marido un
puntapié gritando:
-No puedo, no quiero contentarme con esto; marcha al instante.
El marido se vistió rápidamente y echó a correr, como un insensato.
Pero la tempestad se había desencadenado y rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Púsose a gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
-No puedo, no quiero contentarme con esto; marcha al instante.
El marido se vistió rápidamente y echó a correr, como un insensato.
Pero la tempestad se había desencadenado y rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Púsose a gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
-¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el barbo.
-¡Ah, contestó, quiere ser semejante a Dios!
-Vuelve y la encontrarás en la choza.
Y a estas horas viven allí todavía.
FUENTE: https://www.bing.com/images/search?view=detailV2&id=61E529A7B04E11F1A9EC03DE8A49129543570BE8&thid=OIP.BatMtZBx-Puu45rZLZuGnQAAAA&mediaurl=http%3A%2F%2Fwww.swami-center.org%2Fpicnew%2Fsom-i-dedushka-vanya.jpg&exph=414&expw=300&q=CUENTO+PEZ+Y+PESCADOR&selectedindex=18&ajaxhist=0&vt=0&eim=1,2,6
RESUMEN: un pescador que pesca un bravo. El
pez le pide que le deje en libertad pero a cambio le dará lo que desee. El
pescador no sabe que pedirle y le deja en libertad. Al llegar a la choza le
cuenta todo a su mujer y este le pide a su marido una casa mejor. El pescador
fue en busca del bravo y este se le concede. No conforme su mujer le pide más y
más hasta que su último deseo es ser semejante a Dios y pez le devuelve su
choza.
JUSTIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN DEL TEXTO: Conozco
muy poco cuentos de los Hermanos Grimm pero quería investigar más ya que se han
realizado varias películas o series de TV. Al ver los cuentos me llamó la
atención este cuento titulado “El pescador y su mujer” donde solo dos
personajes y un pez (un barbo) surge una historia sencilla pero a la vez
intrigante por saber lo que va a suceder cada vez que el pescador visita al
barbo.
JUSTIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN DE LA EDAD: este
cuento lo trabajaría con niños de 5 a 6 años donde su atención es mucho mayor y
empiezan a entender el sentido de la vida desde un punto de vista simple.
Rodeados de un mundo consumista los niños cada día que pasa no se conforman con
un juguete necesitan una cantidad numerosas de regalos en fechas señaladas
(cumpleaños, Reyes Magos, Papa Noel…) o porque un compañero de clase lo tiene o
simplemente porque lo piden y lo consiguen.
El cuento está estructurado
con una introducción y pasa a un formato repetitivo donde el pescador visita al
barbo cada vez que su mujer desea algo llamándole con este verso:
“Tararira ondino, tararira
ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.”
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.”
Esto induce a la
participación de los niños y además de su atención por saber que le concede el
pez al pescador.
El cuento asemeja a que no
nos conformamos con lo que tenemos, siempre queremos más y no nos damos cuenta
que por mucho que tengamos no vamos a ser los más felices ni los mejores.
·
USO EN EL AULA:
Ø CAMBIOS
QUE REALIZAR: los personajes son un marido y una mujer por lo que yo cambiaría
a dos hermanos (chico y chica) para que los niños se sientan más identificados
por la edad. También cambiaría el final que en vez de quedarse con lo que
tenían antes (la choza) repartir todo entre sus amigos.
Ø CONTEXTO
EN EL QUE SE REALIZARÁ LA NARRACIÓN: este cuento lo contaría en el momento de
las Navidades ya que es la época donde los niños se vuelven más avariciosos, de
esta manera podemos mostrar que una persona no es más feliz porque tiene un
montón de juguetes.
Ø PREGUNTAS
QUE SE PLANTEARÁN AL FINAL:
o ¿Os
ha gustado el cuento?
o ¿Creéis
que el pez ha actuado adecuadamente repartiendo todo?
o ¿Seríais
capaces de compartir vuestros juguetes incluso de darlos a alguien que lo
necesite?
o ¿Qué
habéis aprendido del cuento?
Ø MOTIVOS
Y SIMBOLOGÍA
o Su
estructura interna es la clásica con un planteamiento (el momento que el
pescador encuentra al pez), nudo (cada vez que el pescador va a pedir al pez
para su mujer) y desenlace, en este caso, se puede entender de dos maneras. Por
un lado, feliz, podemos pensar que la mujer ha sido siempre feliz en su choza
por eso el pez se la vuelve a dar. Y por otro lado, infeliz, porque la mujer no
consigue nunca lo que quiere. Podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío.
También existe la relación causa-efecto entre las acciones donde el pescador
cada vez que pide algo al pez lo consigue para su mujer.
o La
utilización de un animal mágico donde es un ser humano (príncipe encantado)
personificado en un animal dotado de cumplir los deseos del pescador por
dejarle vivir.
o El
final es el menos inesperado porque creemos que el pez siempre va a cumplir los
deseos del pescador, en este caso, los deseos de su mujer pero la pregunta es
¿a quién le cumple los deseos?
o Un
cuento de fórmula donde se encuentra el verso clásico y con su rima hace que el
cuento de manera inconsciente sea musical.
o Los
personajes destacan por lo contrarios que son en su forma de ser, el pescador,
bondadoso y humilde que se conforma con lo que tiene. Y la mujer, egoísta y
avariciosa que nunca se conforma y que cada vez pide más.
CUENTO. HERMANOS GRIMM “LA NIÑA DE LOS FÓSFOROS”
¡Qué
frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de
su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas
que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes,
que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que
venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y
la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna
el día que tuviese hijos.
Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.
En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared. Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.
«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
- ¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Apresuróse a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.
Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.
En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared. Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.
«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
- ¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Apresuróse a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.
Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
FUENTE: https://www.bing.com/images/search?view=detailV2&id=6A38F8638754AD55EEB891195BF2A9A075A60887&thid=OIP.k4USBmA-SC6JdLkacXC_2QHaEK&mediaurl=https%3A%2F%2Fi.ytimg.com%2Fvi%2FSIFeczG1II4%2Fmaxresdefault.jpg&exph=720&expw=1280&q=LA+NI%c3%91A+DE+LOS+FOSFOROS&selectedindex=3&ajaxhist=0&vt=0&eim=1,2,6
RESUMEN: una niña tan pobre que no tenía calzado para poder
andar por la fría nieve. Necesitaba vender fósforos para conseguir algo dinero
y llevarlo a su casa sino su padre la pegaría. Al no vender ningún fósforo
decidió sentarse en el saliente de entre dos casas y enceder un fósforo para
calentarse. Fue tal su sorpresa que al encenderse la llama primero apareció una
estufa para calentarse, al apagarse el fósforo, la estufa desapareció. Volvió a
encender otro fósforo y apareció un asado, un árbol de navidad y su abuela. Y
el último fosforo que encendió se encontraba en la mansión de Dios Nuestro
Señor. A la mañana siguiente la encontró los habitantes del lugar.
JUSTIFICACIÓN DE LA
ELECCIÓN DEL TEXTO: este
cuento lo he seleccionado por nostalgia. Lo conozco cuando era muy pequeña y
siempre me gustaba leerlo, creo que me sentía identificada por la edad de la
niña protagonista del cuento. Cada vez que lo leía deseaba ayudar a la niña
para que no lo pasase tan mal. Un cuento que te hace tener otra mirada a un
tema tan triste e irreversible “la muerte” donde este texto lo hace hermoso y
dulce.
JUSTIFICACIÓN DE LA
ELECCIÓN DE LA EDAD:
el cuento toca un tema muy cercano y que todos los niños lo viven en un momento
de su vida ya sea en su entorno familiar o a través de un amigo o compañero de
clase y además donde se hacen muchas preguntas que los adultos no sabemos
responder o no queremos dar respuesta a un tema tan doloroso. A los 5 años
comienzan a darse cuenta que la muerte es algo definitivo y tiene una mejor
comprensión por lo que aparte de que el texto es un poco extenso el tema que
trata es necesario que los niños tengan una madurez y una visión de la vida más
real. Es importante que los niños entiendan que la muerte forma parte de la
vida y no es un tema prohibido del que hablar o tenerle miedo.
Su estructura es sencilla lo que hace que sea de fácil
comprensión .
·
FUENTE:
https://www.andersenstories.com/es/andersen_cuentos/la_nina_de_los_fosforos
·
USO
EN EL AULA:
Ø CAMBIOS A REALIZAR: al ser el cuento
extenso se podría reducir para que así los niños no desviasen su atención.
Cambiaría frases como por ejemplo “su padre le pegaría” omitiendo la
agresividad y la sustituiría por “su padres la regañaría mucho” donde las dos
frases expresan el enfado del padre pero la segunda de una manera menos
violenta. Intercambiaría palabras por otras de mejor comprensión entendimiento (fósforo, mozalbete)
Ø CONTEXTO EN EL QUE SE REALIZARÁ LA
NARRACIÓN: este cuento puede utilizarse cuando un niño ha pasado el proceso de
la muerte en su entorno familiar o en cualquier momento ya que los niños lo
hablan, lo investigan…. En el libro “Los pendientes de la Maestra” uno de sus
capítulos “Se vive solamente una vez” hace referencia a este tema donde expone
que “ayudaría a los niños a situar lo
ocurrido en la tesitura de normalidad que debe tener, a no sentirse solos en la
elaboración del hecho, y a manejar en compañía los sentimientos de pena, miedo
e inseguridad que suelen surgir, sería optar por la vía de explicarles
sencillamente lo que ha pasado; de llamar a las cosas por su nombre; de
contenerlos y apoyarlos en su pena; de responder a sus preguntas con claridad….”
Ø PREGUNTAS QUE SE PLANTEARÁN AL FINAL:
o
¿Qué
es lo que más os ha gustado del cuento?
o
¿Se
ha muerto algún familiar cercano?
o
¿Cómo
podríamos ayudar a la niña?
o
¿Qué
habéis aprendido del texto?
Ø MOTIVOS Y SIMBOLOGÍA:
o
Se
observa el patrón de un cuento folclórico donde la muerte es el paso a una vida
mejor, sin sufrimiento ni problemas.
o
La
figura de Dios está presente “un alma se eleva hacia Dios”, en esta época la
religión forma parte de la cultura y primordial en la sociedad.
o
Muestra
la extrema pobreza donde no tenían calzado para poder andar y el frío que
pasaban que incluso tenía el cuerpo amoratado de las temperaturas tan extremas
que pasaban, sin tener la ropa adecuada y por conseguir algo de dinero para su
casa. En esta época existían dos clases de sociedad la alta y la baja, no
existía un clase media.
o
La
protagonista, una niña, es un modelo de mujer fuerte y que hace todo lo posible
para vender y así conseguir dinero. Pero también se refleja la dureza de los
padres con los hijos, donde antiguamente utilizaban el castigo físico.
RETAHÍLA. EL CASTILLO DE CHUCHURUMBÉ
Este es el cordón de las llaves de las puertas del
castillo de Chuchurumbel y este es el ratón que se comió el cordón de las
llaves de las puertas del castillo de Chuchurumbel.
Este es el gato que se comió al ratón que se comió
el cordón de las llaves de las puertas del castillo de Chuchurumbel.
Y este es el perro que se comió al gato que se comió
al ratón que se comió el cordón de las llaves de las puertas del castillo de
Chuchurumbel.
Este es el palo que le pegó al perro que se comió al
gato que se comió al ratón que se comió el cordón de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbel.
Y este es el fuego que quemó el palo que pegó al
perro que se comió al gato que se comió al ratón que se comió el cordón de las
llaves de las puertas del castillo de Chuchurumbel.
Y esta es el
agua que apagó el fuego que quemó el palo que le pegó al perro que se comió al
gato que se comió al ratón que se comió el cordón de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbel.
Y esta es la
vaca que se bebió el agua que apagó el fuego que quemó el palo que le pegó al
perro que se comió al gato que se comió al ratón que se comió el cordón de las
llaves de las puertas del castillo de Chuchurumbel.
Y esta es la
leche que dio la vaca que se bebió el agua que apagó el fuego que quemó el palo
que le pegó al perro que se comió al gato que se comió al ratón que se comió el
cordón de las llaves de las puertas del castillo de Chuchurumbel.
Y este es el
niño que se tomó la leche que dio la vaca que se bebió el agua que apagó el
fuego que quemó el palo que le pegó al perro que se comió al gato que se comió
al ratón que se comió el cordón de las llaves de las puertas del castillo de
Chuchurumbel.
FUENTE: https://www.bing.com/images/search?view=detailV2&id=922482EB54E2BF40F063BB1729D5FDFC4A35E4DA&thid=OIP.HvzEgAZiqn7yOjMC1XMZ9AAAAA&mediaurl=https%3A%2F%2Fi.pinimg.com%2Foriginals%2Fa4%2F20%2F01%2Fa42001ee53d85bf097ed6410c68ff4a7.jpg&exph=511&expw=437&q=EL+CASTILLO+CHUCHURUMBE&selectedindex=0&ajaxhist=0&vt=0&eim=1,2,6&ccid=HvzEgAZi&simid=608055054387252169&pivotparams=insightsToken%3Dccid_ysPNU7DE*mid_B0FE14CA5ECCC16D8EA65963E01F61D570DC621C*simid_607987168174605509*thid_OIP.ysPNU7DET-BTUkYbrAxinAHaKe&iss=VSI
JUSTIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN DEL TEXTO: conozco este texto tras la compra de
la revista “Maestra Infantil” que lo regalaban en uno de sus fascículos. Cuando
lo leí me encantó y he decido investigar sobre ello para utilizarlo
adecuadamente. Este cuento lo tengo así:
Estas son las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Estas son las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Este es el cordón
de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Este es el ratón
que royó el cordón
de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Este es el gato
que se comió al ratón
que royó el cordón
de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Este es el palo
que golpeó al gato
que se comió al ratón
que royó el cordón
de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé.
Este es el fuego
que quemó el palo
que golpeó al gato
que se comió al ratón
que royó el cordón
de las llaves de las puertas
del castillo de Chuchurumbé
JUSTIFICACIÓN DE LA ELECCIÓN DE LA EDAD: este texto al ser tan enrevesado ya
que poco a poco se añade a la historia un personaje o un elemento del castillo
es difícil de seguir aunque con el apoyo de las imágenes creo que se podría
utilizar con niños de 4 a 5 años ya que a esta edad les divierten las
adivinanzas, chistes y juegos de palabras.
·
FUENTE:
https://cuentosdeimportacion.wordpress.com/2013/03/06/el-castillo-de-chuchurumbel/es
·
USO
EN EL AULA:
Ø CAMBIOS QUE REALIZAR: como se ha
mostrado anteriormente existen varias versiones más largas o cortas omitiendo
personajes.
Ø CONTEXTO EN EL QUE SE REALIZARÁ LA
NARRACIÓN: puede utilizarse en un momento en el que vea a los niños muy
nerviosos y con este texto sea una herramienta de relajación.
Ø PREGUNTAS QUE SE PLANTEARÁN AL FINAL:
o
¿Os
ha gustado el cuento?
o
¿Se
han abierto las puertas del Castillo?
o
¿Y
si el ratón no hubiese encontrado el cordón de las llaves?
o
¿Os
ha gustado?
Ø MOTIVOS Y SIMBOLOGÍA:
o
Un
texto acumulativo, esencial para dominar el lenguaje y el pensamiento, la
memoria y la motivación de los niños. Permiten desarrollar la compresión y donde
el narrador puede contarlo de manera musical.
BIBLIOGRAFÍA
Díez, M (2011) Los pendientes de la maestra (5º
Reimprisión). Barcelona
Equipo específico de
Discapacidad Auditiva Madrid (2016) ¿Por qué
adaptar textos? Recuperado de
París, E (2010) Etapas del niño en la comprensión de la muerte Recuperado 3 Noviembre 2010
http://www.bebesymas.com/desarrollo/etapas-del-nino-en-la-compresion-de-la-muerte
Casanuevas, M (1994) La huella del folclore en la literatura
infantil Recuperado de http://gredos.u.sal.es/jspui/bitstream/10366/69142/1/La_huella_del_folclore_en_la_literatura_infantil
Buenas Estela!!
ResponderEliminarMe parece que has hecho un trabajo excelente y muy completo, con textos folclóricos que yo misma desconocía y me han parecido muy interesantes, en cuando a los cambios a realizar en los cuentos creo que has acertado perfectamente, yo también hubiera realizado los mismos.
En cuando a la organización del blog yo hubiera puesto las misma letra en todos los apartados, señalando los títulos, pero para gustos los colores :)
Por último echado en falta una conclusión final de este trabajo, creo que es importante hacerla para valorarnos a nosotros mismos y lo que hemos sentido y aprendido haciéndolo.
Por lo demás todo genial, muy trabajado.
Un Saludo
Bien.
EliminarPerfecto, Estela.
ResponderEliminar